160 platos, 160 sonrisas

Aldair Octavio Nava Díaz
9 abr
2 Min. de lectura

Actualizado: 10 abr

Una lección inesperada

A través de una sesión en nuestro auditorio, conocimos Comedor Rodante, una asociación que se dedica a brindar alimentos a personas que esperan noticias de sus familiares en hospitales públicos de la Ciudad de México. Muchas de estas personas llevan semanas o meses esperando noticias sobre sus seres queridos, además de haber pasado días sin comer. La ayuda nunca sobra, y las entregas de comida se realizan cuando se recaudan fondos suficientes.

Desde Or Hajayim, tuvimos la oportunidad de contribuir con Comedor Rodante organizando una rifa para recaudar fondos. En el campamento, un activista nos enseñó cómo preparar la comida. Al día siguiente, cocinamos ensaladas de atún con pasta y verduras, acompañadas de galletas de avena. Usamos gorros, guantes y cubrebocas para evitar contaminar los alimentos y asegurarnos de que cada plato fuera nutritivo y digno.

El día de la entrega, la gente se formó rápidamente para recibir un plato. Algunos nos agradecieron entre lágrimas, otros nos cantaron. Mientras repartíamos los alimentos, surgió la duda sobre si algunas personas podrían ser alérgicas a alguno de los ingredientes. Sin embargo, nos dimos cuenta de que, ante la necesidad, para muchas de estas personas esas preocupaciones pasaban a un segundo plano.

Durante la entrega, conversamos con algunas personas que compartieron sus historias. Una familia nos contó que llevaba tres meses esperando noticias sobre su hijo. Habían entrado al hospital varias veces, pero no recibían información clara sobre su estado. Otra historia impactante fue la de una mujer que, a pesar de no haber comido en días, pidió que le diéramos su plato a otra mujer mayor, que llevaba dos semanas sin comer y padecía cáncer. A través de las personas cercanas, supimos más sobre su situación.

Al final de la jornada, nos sentimos agotadas, pero emocionadas por la experiencia vivida. Reflexionamos sobre las condiciones de estas personas, muchas de las cuales provenían de lugares lejanos y estaban en situaciones precarias. Nos dimos cuenta de lo afortunadas que somos al tener acceso constante a alimentos. En nuestra comunidad, contar con una cafetería y recibir lunch desde casa es un lujo, y esta experiencia nos hizo valorarlo aún más.

Los 160 platos que preparamos representaron 160 sonrisas, y cada uno de esos momentos reflejó el impacto de un esfuerzo colectivo. Nos sentimos agradecidas con nuestra escuela y Comedor Rodante por habernos dado la oportunidad de ser parte de este proyecto, que nos dejó una enseñanza invaluable sobre empatía, generosidad y cómo un pequeño gesto puede cambiar la vida de alguien.