El legado universal de Eddie Jaku
- Silvia Ruth Yedid

- 27 nov
- 7 Min. de lectura

El legado universal de Eddie Jaku
Alumna: Silvia Ruth Yedid Materia: Historia hebrea Colegio: Or Hajayim Tema: El legado universal de la Shoá: nunca olvidar, nunca más Fecha: Octubre 2025
“Plantar la semilla de una flor es un milagro: significa que puedes plantar más.Recuerda que de la semilla de una flor no brota una sola flor, sino que es el comienzo de todo un jardín.” (1) (Jaku, 2021, p. 215)
La Shoá, fue el exterminio sistemático de seis millones de judíos por el régimen nazi durante la Segunda Guerra Mundial (United States Holocaust Memorial Museum [USHMM], s.f.). Este suceso no solo marcó al pueblo judío, sino que dejó una huella moral imborrable en toda la humanidad. Representó el punto más oscuro de la historia moderna, cuando el odio reemplazó a la compasión y la indiferencia se volvió cómplice del mal. Recordar la Shoá no es únicamente mirar al pasado, sino asumir una responsabilidad presente: “nunca olvidar” para que “nunca más” vuelva a repetirse.
“En 1933, la llegada de Hitler al poder desencadenó una oleada de antisemitismo” (Jaku, 2021, p. 25) que llevó a políticas sistemáticas de persecución y deshumanización. Sin embargo, los acontecimientos del 7 de octubre de 2023, cuando cientos de israelíes fueron asesinados y secuestrados por el grupo terrorista Hamás, demostraron que el antisemitismo y el odio no pertenecen solo al pasado (BBC News Mundo, 2023). Aquella frase que creíamos un juramento histórico —“nunca más”— resonó con dolor al comprobar que la humanidad sigue siendo vulnerable ante la crueldad.
En este contexto, el testimonio de Eddie Jaku en El hombre más feliz del mundo (2021) adquiere un significado renovado. Su relato no solo revive el horror de la Shoá, sino que enseña que incluso después de la oscuridad más absoluta, se puede elegir la vida, la bondad y la esperanza. Jaku demuestra que la respuesta más poderosa frente al odio no es el resentimiento, sino la humanidad. Su mensaje es un recordatorio vivo de que “nunca olvidar” no significa quedarse en el dolor, sino transformarlo en un compromiso con la vida, la empatía y la memoria.
Como él mismo expresó:“A pesar de lo que he sufrido, quiero demostrar a los nazis que estaban equivocados. Quiero demostrar a las personas que odian que se equivocan.”(Jaku, 2021, p. 220)
Para mí, “Nunca olvidar, nunca más” no es solo una frase: es un compromiso del alma. Es mirar el pasado con el corazón abierto y prometer que el dolor de otros no será en vano. Es entender que cada historia, cada número, cada nombre perdido merece ser recordado. Porque olvidar sería permitir que el odio vuelva a florecer, y recordar es la forma más poderosa de resistir. Mientras tengamos memoria, hay esperanza.
Busco comprobar que, aunque el mandato de “nunca olvidar, nunca más” busca prevenir la repetición de la violencia, la indiferencia social y la falta de acción permiten que la deshumanización y la pérdida del yo se repitan, como ocurrió el 7 de octubre; esto demuestra que recordar y actuar conscientemente es esencial para que los horrores del pasado no se repitan.
Una de las formas más dolorosas de violencia que vivió Eddie Jaku fue la pérdida de su identidad. Para sobrevivir, tuvo que ocultarse tras otro nombre:“Llevaba una existencia solitaria bajo la identidad de Walter Schleif. No podía revelar a nadie mi verdadero nombre, no podía confiar en nadie; de lo contrario, habría salido a la luz mi verdadera identidad judía y me habría puesto en peligro”(Jaku, 2021, p. 29).
Ese cambio no fue solo una estrategia de supervivencia, sino una forma forzada de negar quién era, de borrar sus raíces y su historia. Lo más impactante es que, en aquel momento, Jaku creyó que con solo cambiar su nombre podría protegerse, como si ocultar su identidad bastara para escapar del odio. Pero esa ilusión demuestra cuán lentamente se gestó la deshumanización: comenzó con pequeñas señales —“red flags” sociales— que muchos ignoraron hasta que ya era demasiado tarde.
Más tarde, en los campos, esa pérdida del yo se materializó de la forma más cruel:“Mi número era el 172338. Esa era mi única identidad. Te quitaban hasta el nombre; dejabas de ser un hombre y te convertías en una simple pieza que giraba lentamente en el engranaje de una gigantesca máquina asesina”(Jaku, 2021, p. 96).
Con su testimonio, Jaku hace lo contrario de lo que el nazismo intentó: al narrar, recupera su humanidad. Como escribió Primo Levi:“Comprender es casi justificar, y si no comprendemos, entonces sobrevivir es testimoniar”(Levi, 1958, p. 118).
Pensar en esto me hace reflexionar en cuántas veces hoy la gente sigue siendo tratada como números: víctimas de guerras, secuestros como los del 7 octubre. Jaku mismo lo expresó con desconcierto y tristeza:“¿Qué les había pasado a mis amigos alemanes para convertirse en asesinos? ¿Cómo es posible considerar como enemigo a quien había sido amigo, infundir semejante odio? ¿Qué fue de la Alemania a la que tanto me enorgullecía pertenecer, el país donde nací, el país de mis antepasados? Éramos amigos, vecinos y compañeros de trabajo, pero, de la noche a la mañana, nos convirtieron en enemigos acérrimos”(Jaku, 2021, p. 40).
Estas palabras revelan que el Holocausto no comenzó con cámaras de gas, sino con miradas indiferentes, silencios cómplices y la normalización del odio. Por eso, el verdadero sentido de “Nunca olvidar, nunca más” no está solo en mirar atrás, sino en mirar alrededor. “Nunca olvidar” significa reconocer las señales antes de que sea tarde; “nunca más” es el compromiso de no permanecer pasivos cuando otros son deshumanizados.
A pesar del sufrimiento, Eddie eligió sonreír:“Juré que desde ese día hasta el fin de mi vida sería feliz, amable y bondadoso.”(Jaku, 2021, p. 183).
En otro momento del libro recuerda:“Eddie, no te rindas. Porque, si me rendía, estaba acabado. Si te rindes, si piensas que ya no merece la pena vivir, tienes los días contados. Donde hay vida, hay esperanza. Y, donde hay esperanza, hay vida.”(Jaku, 2021, p. 151).
Estas palabras reflejan su fuerza interior y su convicción de que rendirse equivalía a morir en espíritu. Viktor Frankl también lo expresó:“Al hombre se le puede arrebatar todo, salvo la última de las libertades humanas: elegir su actitud ante cualquier circunstancia”(Frankl, 1946, p. 63).
Eddie encarna la libertad interior, mostrando que la felicidad puede ser un acto de resistencia moral.
Aunque Jaku apenas menciona a Hashem de forma explícita, su historia está impregnada de espiritualidad. La teología del Holocausto suele preguntarse: ¿dónde estaba Dios? Pero quizás, como escribió Hannah Arendt:“El mal no siempre proviene de la maldad profunda, sino de la ausencia de pensamiento y responsabilidad”(Arendt, 1963, p. 249).
Hashem no estuvo ausente: fue el hombre quien se ausentó de su conciencia moral. La familia de Eddie vivía su judaísmo con compromiso: “…En eso consiste la vida: en compartir tu buena suerte”(Jaku, 2021, p. 23).
Eddie, sin predicar, transmite valores profundamente judíos: el agradecimiento, el amor al prójimo y la importancia de la memoria. Cuando afirma que “la felicidad es una elección”(Jaku, 2021, p. 15), en el fondo expresa una forma de emuná —fe— silenciosa.
Recordar es mantener viva la presencia divina en la historia y en nosotros. Sin embargo, incluso con esta fe, Eddie enfrentó momentos de profunda duda y dolor:“Comencé a plantearme otra pregunta: ¿por qué yo sigo con vida y tantos otros la perdieron en condiciones tan espantosas?... Yo también debía haber muerto”(Jaku, 2021, p. 200).
Con el tiempo, comprendió que su supervivencia tenía un propósito: ser testigo, transmitir valores y transformar el dolor en una misión de vida.
Jaku y Sharabi enfrentaron horrores distintos, pero ambos muestran la resiliencia del espíritu humano. Jaku sobrevivió a la Shoá, donde el genocidio buscaba destruir cuerpos y almas, y eligió sonreír como acto de resistencia.
También sobrevivió gracias a la amistad:“Auschwitz era un infierno… El mejor bálsamo para el alma es la amistad.”(Jaku, 2021, p. 105).
Sharabi encontró esperanza en la solidaridad con otros rehenes:“Sobreviví porque no estaba solo. Compartimos la poca esperanza que teníamos, y eso nos mantuvo vivos.”(Sharabi, 2025).
Ambos transformaron su sufrimiento en ejemplos de resistencia, fe y supervivencia.

Nunca olvidar, nunca más
Jaku confiesa:“A veces me resulta muy doloroso… ¿Qué pasará cuando no quede nadie? ¿Quedarán nuestros testimonios olvidados por el paso del tiempo?”(Jaku, 2021, p. 214)
Y agrega:“A veces pienso que todos los que mantuvimos en secreto nuestras historias durante tanto tiempo cometimos un error.”(Jaku, 2021, p. 210)
“En ocasiones me da la impresión de que perdimos la oportunidad de contar con una generación que podría haber contribuido a hacer de este mundo un lugar mejor… Tal vez no hablamos lo suficiente acerca de lo sucedido”(Jaku, 2021, p. 210)
Frente al negacionismo:“Actualmente hay personas que niegan lo que ocurrió… ¿Dónde creen que me hicieron este tatuaje?”(Jaku, 2021, p. 210)
Y concluye con el mandato moral:“Hoy me siento en la obligación de relatar mi historia… Hazlo por mí.”(Jaku, 2021, p. 210)
Las palabras de Jaku nos recuerdan que la memoria histórica no se sostiene sola; depende de quienes deciden escuchar, aprender y transmitirla. Mientras existan voces que recuerden, es posible combatir el olvido y el negacionismo. Su reflexión nos inspira a asumir la responsabilidad de preservar la historia, para que los horrores del pasado no se repitan y para que la humanidad pueda construir un futuro más justo, consciente y solidario.
El testimonio de Eddie Jaku muestra cómo la pérdida del yo y la deshumanización comienzan con indiferencia, silencios cómplices y pequeñas señales que muchos ignoran hasta que es demasiado tarde. Su historia y la de Eli Sharabi revelan que la resiliencia, la solidaridad y la fe permiten preservar la humanidad incluso en las circunstancias más extremas.
Leer este libro me enseñó la importancia de la memoria activa: comprendí que “nunca olvidar, nunca más” no es solo un lema, sino un compromiso para actuar frente a la injusticia. El hecho de que la violencia haya vuelto a ocurrir el 7 de octubre confirma que recordar no basta si no se transforma en acción. Este libro me impactó personalmente al mostrar que cada elección de bondad, solidaridad o resistencia puede marcar la diferencia.
Mi enfoque sobre el tema cambió: ahora entiendo que recordar el pasado debe ir acompañado de vigilancia y acción; la memoria histórica no solo preserva hechos, sino que nos guía para evitar que se repitan horrores. El mensaje más poderoso del libro es que la memoria activa y la acción consciente son herramientas esenciales para honrar la dignidad humana y cumplir el mandato de “nunca olvidar, nunca más”.
Y con esto, te quiero preguntar a ti: ¿qué significa para ti “nunca olvidar” y “nunca más”? ¿Y qué vas a hacer para que “nunca más” vuelva a pasar?
REFERENCIAS
Arendt, H. (1963). La vida del espíritu. https://josefranciscoescribanomaenza.wordpress.com/wp-content/uploads/2015/11/descargar1.pdf
Archivo Yad Vashem. (s.f.). https://www.yadvashem.org
BBC News Mundo. (2023, octubre 10). Israel declara la guerra a Hamás tras el ataque del 7 de octubre. https://www.bbc.com/mundo
Frankl, V. E. (1946). El hombre en busca de sentido. Herder.
Jaku, E. (2021). El hombre más feliz del mundo. Editorial Planeta.
Levi, P. (1958). Si esto es un hombre. Einaudi.
Sharabi, E. (2025). Testimonio tras el cautiverio [Entrevista pública]. Ministerio de Asuntos de la Diáspora. https://youtu.be/ALtv6tQb-ss
United States Holocaust Memorial Museum. (s.f.). Holocaust Encyclopedia. https://encyclopedia.ushmm.org
United States Holocaust Memorial Museum. (s.f.). Introduction to the Holocaust. https://www.ushmm.org
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